17.7.06

Los cinco primeros maestros (tattvas)

Hay una historia muy bonita en los Shastras que cuenta la interacción entre los elementos cósmicos de lo Profundo y los elementos microcósmicos de lo íntimo. Érase una vez un sadhak (persona que sigue un camino espiritual) muy sumiso y humilde. En sus viajes aprendió de cada uno de los maestros que conoció. Sus primeros cinco maestros fueron las cinco tattvas (elementos ordinarios) del universo: la Madre Tierra, el Viento (aire), el Cielo (éter), el Agua y el Fuego.


Primero aprendió de la Madre Tierra, de la misma manera que la primera persona en enseñar a un niño es su madre. La Madre Tierra enseñó al sadhak la lección del perdón. A pesar de que el hombre produce montañas de basura y contaminación, la Madre Tierra no deja de darles minerales y comida sin la cual el hombre no podría sobrevivir. Aprendió la lección de que a pesar de todo abuso, crítica y negatividad que el sadhak reciba del mundo exterior, nunca debe dejar de entregar el beneficio de su fuerza espiritual, conocimiento del ser y amor del perdón.


El Viento le enseñó el desapego, a estar siempre en movimiento para alcanzar el máximo número posible de almas maduras. El viento es sutil, no lo podemos percibir con la vista. El camino del sadhak debería ser sutil, nada que ver con un libro abierto en el que todos pueden leer. Debe ser un místico, vivir en las profundidades del espíritu, no en la superficie de la existencia.


El cielo que se extiende por todas partes, le enseño a permanecer puro e impecable y le mostró la sutilidad. Pues el éter es el más sutil de los cinco elementos. Igualmente, el Ser es también sutil. Aunque parezca que las nubes coloreen el cielo, éste siempre es azul. También puede parecernos que la suciedad de la vida mancha el alma, pero en realidad, nada puede ensuciar el alma.


El agua le enseñó a ser bueno y compasivo con los demás, a lavar y purificar a todo el que entablara contacto con él. Al igual que el continuo fluir del agua, el sadhak debe fluir y progresar continuamente, nunca quedarse estancado.


El fuego fue su quinto maestro. El fuego es brillante. Un sadhak debería arder con la iluminación espiritual para limpiar los pecados y las impurezas de la gente que viene a él. El fuego elimina el frío y da calidez. De la misma manera, el sadhak debe eliminar el miedo y la ignorancia de la gente y darles consuelo espiritual y acogida.


El sadhak se convirtió en un gran maestro pues conscientemente relacionó su esencia inconsciente –la potente influencia de los cinco elementos– con estos cinco maestros del universo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es casi poético.
Pero, también muy sutil.
¿Es todo?
Gracias de antemano.